Frente al anuncio de Wert de que " revisará la ley para no dar el título de ESO con suspensos" el comentario siguiente justifica la norma actual y defiende su continuidad.
La ESO es el nivel que consideramos apropiado como mínimo
para el conjunto de los ciudadanos, no un nivel selectivo
Jaime Riviere (El País,3-5-2012)
Un aspecto preocupante de las declaraciones recientes del
ministro de Educación, que me temo es compartido por algunos en la comunidad
educativa, es la idea de que no es apropiado que la enseñanza obligatoria se
supere con asignaturas suspensas. En la lógica “de sentido común” de esta
interpretación, la educación es una serie de aprendizajes de materias que se
deben superar. La superación de estas materias habilita administrativamente
para cursar el siguiente nivel y colgar un título en la pared. Esta concepción
normal es además concomitante con el discurso neoconfuciano de la “cultura del
esfuerzo” que tanto atrae a algunos.
Pero la ESO es el nivel que consideramos apropiado como
mínimo para el conjunto de los ciudadanos, no un nivel selectivo. Es además un
nivel pensado, como los de todos los países desarrollados, desde el punto de
vista de una formación integral del alumno, y no tanto desde aprendizajes
concretos: estos son importantes en su conjunto, en el proceso de conformación
intelectual y personal del adolescente, y no tanto tomados particularmente, una
vez superado un cierto nivel básico, lógicamente. Si impedimos que la promoción
de los alumnos dependa del criterio conjunto del profesorado, como hasta ahora,
no vamos a conseguir un sistema mejor, sino peor: más centrado en aprendizajes
irrelevantes o arbitrarios y menos en la formación integral. Más dependiente
del contexto regional, social y del centro. Menos centrado en el cultivo de
aptitudes y actitudes y más en su selección para el nivel siguiente (que, por
otra parte, sí tiene un carácter selectivo más claro). La consecuencia final,
me temo, es una ESO con más fracaso, no con menos.
Frente a la interpretación que liga exigencia y calidad, una
serie de análisis recientes llaman la atención sobre el hecho de que, al
contrario que en otros países con los que nos comparamos habitualmente, el
sistema educativo español insiste en impedir la continuación de los estudios a
los estudiantes que no terminan la ESO en las condiciones exigidas. Es lo que
Julio Carabaña y José Saturnino Martínez llaman fracaso administrativo. Si, en
vez de impedir la continuación de los estudios (incluida la FP) a los que no
terminan, se les permitiera continuar sus estudios, aunque fuera
condicionalmente, el abandono temprano sería mucho más bajo.
El problema es la insistencia en que la calidad de la
secundaria depende de su capacidad selectiva, cuando en realidad está concebida
—en todas partes— como un nivel inclusivo.
Jaime Rivière es profesor de Sociología de la Universidad de
Salamanca.
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