Pisar
David Trueba ( El País: 22/5/2013)
La reforma educativa en España, otra vuelta de tuerca llevada
a cabo sin el consenso necesario y el esfuerzo de integración más recomendable,
es justificada constantemente por los malos resultados del informe Pisa. No hay
aparición mediática de los responsables educativos donde no se arranque el
discurso aduciendo que los malos resultados del informe Pisa obligaban a una
reforma radical. Y puede que hasta sea cierto, pero de ahí nace también una manipulación
tan grosera que llama la atención. Porque el informe Pisa en ningún lado
propone que para mejorar el rendimiento escolar sea imprescindible imponer la
asignatura de Religión católica. Tampoco propone que se reduzcan las plantillas
de profesores y se les aumenten las horas de trabajo. Que se desconvoquen
oposiciones y se prescinda de los interinos. Que se supriman los programas de
apoyo, las salidas culturales, las competiciones deportivas, las ofertas
extraescolares. Que se cobre por utilizar los comedores.
Tampoco en el informe Pisa encontramos una insistencia
radical en seguir subvencionando colegios que segregan por sexo, ni en
incorporar los criterios neoliberales a los resultados escolares, basados tan
solo en la medición de conocimientos, sin tener en cuenta el contexto social ni
la labor de integración social, que la educación en España ha ejercido en sus
mejores años de democracia. El informe Pisa no puede ser la excusa para
pisotear a los profesionales y prolongar la humillación que ahora sufre la
Universidad a los ciclos primarios. Nadie duda que las reformas son urgentes y
vitales para el sistema, pero lo que hace sospechar es el sesgo, la incapacidad
negociadora y la ausencia de recursos para mejorar las condiciones de trabajo.
La educación nace antes de la escuela, en el seno familiar, y se prolonga en la
vida social. La carencia de futuro profesional, el abandono cultural y
científico, la nula capacidad de los gobernantes para crear un espacio de
progreso y motivación dejan al sistema educativo obligado a proponer una
ficción angélica a los muchachos. Y así, la reforma educativa suena tan
interesada como si tras los penosos resultados en el festival de Eurovisión,
los gobernantes decidieran que en los conservatorios de música se impusiera rezar
el Padrenuestro en lugar de mejorar la enseñanza del solfeo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario